miércoles, 3 de marzo de 2010

Phitsanulok

3-3-10

Ya estoy en Chiang-Mai, la mayor ciudad del norte de Thailandia, y cada vez más cerca de Laos, mi auténtico objetivo.

Phitsanulok fueron dos noches. Es una ciudad interesante para usarla como trampolín para visitar algunos parajes naturales que hay cerca, pero se necesitan más de 2 días para eso, y ganas. Yo, desde lo de la selva de Tioman en Malasia, aún me siento poco aventurero para visitar la naturaleza en su estado salvaje. Pero sé que pronto volverán las ganas, y más vale, porque Laos está muy muy verde.

El viaje en tren desde Ayuthaya fueron unas 7 horas y media. En el ticket que compré indicaban 5 horas y media, pero como me dijo una chica en el tren, “esto es un tren thai”, no se suelen cumplir los horarios xD La verdad que Renfe, en España, se porta, si lo comparamos con los servicios de estos países. Claro que los precios también son otros...

Me subí al tren con el estómago vacío. No tuve tiempo de desayunar. Cuando llegué a la estación, el tren estaba allí. Hubiera podido desayunar con tranquilidad y esperar al siguiente, ya que pasa uno cada media hora desde Bangkok a Chiang-Mai, pero teniendo en cuenta las horas del viaje, decidí subir. Sabía que dentro del tren, igual que en Indonesia, pasa gente sin parar vendiendo de todo, desde cómics, pollo frito, refrescos, arroz, espaguetis...cualquier cosa. Y barato.

Estuve la primera hora de pie. El tren estaba a tope, era de asientos no numerados. Luego pillé un sitio, pero en la siguiente estación se subieran dos viejecillas, y una de ellas no tenía sitio, así que le cedí el mío. Generoso que estaba yo, pero a la media hora ya tenía asiento de nuevo, y pedí mi desayuno: fruta. Compré por 10 baths un paquetito de una fruta que no sé como se llama, pero se parece a la naranja:



Esta gente está loca. Me dieron una bolsita junto con la fruta. Parecía sal de frutas, así que esparcí un poco encima de una gajo de la naranja rara esa. Si, era como sal de fruta ¡¡pero picante!! Hasta la fruta la comen picante!! Tiré el picante ese y disfruté de la fruta “a secas”. Muy jugosa.

Luego, a medio día, compré spaguettis con cerdo, en salsa picante, por supuesto, y un par de guarradas más que no recuerdo.

El paisaje, rural. Campos de arroz sobre todo. Hacía un día muy bonito, así que me senté a ratos en las escaleras de salida de vagón. Es agradable viajar en tren sintiendo el viento en la cara y viendo el paisaje de palmeras, campos de arroz y labradores trabajando. Pero agárrate a la baranda, que de vez en cuando el tren pega saltos chungos.





Llegué a Phitsanulok tarde, sobre las 6 y media de la tarde, ya casi de noche. Tenía la dirección de un hotel cerca de la estación, a la que se podía llegar caminando. Se llama “London Hotel”, y a pesar del nombre que se podría catalogar de glamuroso o de nivel, pronto descubrí que es un puticlub. Al llegar ya vi unas 3 chicas en la entrada, pero supuse que estarían ahí de charla... La habitación, 150 baths, algo más de 3 euros, era espaciosa, limpia y con ducha incluída en la habitación, así que la cogí. Dejé mis cosas y salí a dar un paseo. A la salida, las chicas se insinúan.

Me dirigí al río, donde había bastante vidilla con mercados callejeros. Un helado, una birra y pa la cama. Al volver al hotel, las chicas de nuevo se dirigen a mi, pero me hablan en thai y no entiendo una mierda, aunque tampoco hace falta... Al subir las escaleras, una chica sale de una de las habitaciones abrochándose los pantalones... Por la mañana, por curiosidad, le pregunté al chico de recepción que cuánto cuesta los servicios de una “lady”. 400 baths, no llega a 9€, por un servicio completo de media hora.
Por la mañana me acerqué a la oficina de turismo, que está cerca, un par de calles más abajo, y cogí un mapa y la información necesaria para hacer un “tour” rápido por la ciudad en un tranvía con guía incluído. Pillé el bus número 13, que te deja cerca de la zona de los templos importantes, por 5 baths. Y deciqué un par de horas en desayunar y visitar los templos. Uno de ellos contiene uno de los budas más hermosos de Thailandia, cubierto por un “halo” de madera simbolizando la iluminación del buda. Además, el complejo contiene torres y un enorme buda pacificador de piedra. También asistí a un rito budista, donde un monje lanzaba agua a los fieles que le rezaban mientras cantaba un matra.







Luego lozalicé el tranvía turístico y me subí a el por 30 baths, menos de un euro. La chica, una belleza, me dio conversación un rato hasta que zarpamos, y como yo era el único “farang” o extranjero, se excusó indicándome que hablaría en thai pues todos los demás turistas eran thailandeses. Dimos una vuelta de una hora por la ciudad, por los puntos más monumentales sin salir del casco.





Una de las paradas fue un templo que conmemora el lugar de nacimiento de uno de los reyes thais. El templo estaba rodeado de gallos y la chica me explicó que es debido a que ese rey era amante de las peleas de gallos, y que incluso invitaba al rey de Birmania, cuando no estaban en guerra, a lanzar a los gallos de ambos reinos a luchar.





Al bajarme del trenecillo era mediodía, y comí en un puesto cerca del río. Allí se reúnen las familias thais a comer. Es un sitio tranquilo, con gradas pues en las ferias de la ciudad en Septiembre se celebran carreras de canoas. Allí hablé con un francés dueño de una cafetería, afincado en la ciudad, pero que mostraba muy poco amor por ella. No quería volver a Francia, pero tampoco le gustaba estar allí y su mujer, una thai, le estaba dando guerra para volver a Francia. Suele ocurrir con muchos “farangs” en thailandia. Llegan con mucha ilusión, pero a la larga se sienten como “encerrados”.

Por la tarde no sabía qué hacer, así que me acerqué, estúpido de mi, a una reserva de pájaros exóticos. Olvidaba mi experiencia en el zoo de indonesia, y pronto me sentí acongojado por los pobres pájaros encerrados en jaulas. Especialmente con unos pájaros enormes, cuyo nombre se me ha olvidado. Me quedé asombrado de lo inteligentes que son. Al acercarme a la jaula, venían a saludarme, y al cabo de hablarles un ratito con cariño, sacaban sus picos por la verja para dejarse tocar. Me parecieron muy listos, como perros ya que parecían entenderme, y de nuevo, me fui con el corazón en un puño. Estos sitios hacen una labor de mantenimiento de animales en peligro de extinción y tal, vale, no lo dudo, pero...sigo pensando que estarían mejor libres en reservas controladas, no en una jaula de 1m x 1m.




También había allí un taller de budas, y observé durante un rato cómo los hacían. Con masilla crean la base, que luego meten en moldes y luego repasan para quitarles las imperfecciones. Luego los cuecen en hornos y decoran.







Luego me colé en un museo privado, con miles de artículos de la vida antigua thai. Muchos tajes antiguos, objetos de labriego, fotos antiguas, etc... Interesante fue ver la evolución de los billetes en el país. Adoran a su rey como a un dios, casi. Así que han ido sacando nuevas versiones de billetes según el tipo ha ido haciéndose mayor.



Más tarde, un paseo por la rivera del río, donde aún se mantienen algunas casas que antes poblaban el margen del río, y cena en uno de los famosos puestos de “flyin vegetables”, llamado así porque antiguamente la gente los comía sentados en el muro del río, con los pies colgados o “flying” sobre el río.




Por la noche, más paseo por el río, donde vi muchas tías buenas haciendo aerobic en grupo. También observé una de las pasiones de los habitantes de la ciudad: sentarse a pintar con acuarelas. Tanto mayores, adolescentes, como niños se sientan durante horas a pintar dibujos de disney y dibujos animados. Algunos muy bonitos. También puestos de pasaje por 100 baths, unos 2 euros, en la rivera del río.



Por la mañana me fui a la estación para tirar a Chiang-Mai. Y mientras esperaba el tren, desayuné “noodles” fritos con cerdo mientras veía jugar al ajedrez chino. A ver si encuentro a alguien que me enseñe a jugar, pues se parece bastante al ajedrez occidental, pero es diferente. “same, same, but diffetent”. Un monje budista observaba la evolución de la partida sin mover un párpado. Estuvo unos 20 minutos en la misma posición el tío. Un puntal, muy sonriente cuando me dirigí a el para pedirle permiso para la foto.




Y ya estoy en Chiang-Mai. Estaré aquí unos días, quizás 4, antes de ir a Chiang-Rai para entrar en Laos.

Saludossss

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